El gobierno italiano de Giorgia Meloni ha determinado volver a explotar los yacimientos italianos, para así cortar su dependencia de gas ruso. En el paquete de medidas económicas y energéticas, la primera ministra informó que reanudarían las concesiones para extraer gas natural en el mar Adriático y consentir nuevas exploraciones y extracciones de gas en todo el territorio italiano, una determinación que no solo ha caído mal a ambientalistas, también a miembros de partidos políticos.
Esta estrategia no es nueva, continua el camino ya iniciado por el anterior ejecutivo de Mario Draghi, que en su momento comenzó una operación de diversificación de fuentes de hidrocarburos para disminuir la dependencia del gas ruso, que anteriormente a la guerra representaba el 40%. En efecto, Roberto Cingolani, anterior ministro de Transición Ecológica, se ha quedado al servicio de Meloni como asesor en la cartera de Energía.
Actualmente, las extracciones de gas italiano simbolizan un porcentaje muy residual en comparación al gas necesario para el país. En estos momentos, Italia consume aproximadamente 75.000 millones de metros cúbicos de gas, y de estos, extrae de su propio territorio unos 3.000.
Y es en el Adriático donde se hallan algunos de los principales yacimientos de Italia, aunque en los últimos años su extracción se ha reducido debido a la disminución natural de los yacimientos, como por falta de inversiones y además por algunas normas locales y nacionales, específicamente una del 2006 que no permitía extraer gas a menos de 12 millas de la costa, algo que imposibilita que algunas plataformas llegasen ya construidas para ser utilizadas. En otras palabras, en tanto que el consumo se ha mantenido estable, en las dos últimas décadas las extracciones han minorizado.
“Quiero creer que del drama de la crisis energética pueda emerger, como paradoja, también una oportunidad para Italia. Nuestros mares poseen yacimientos de gas que tenemos el deber de explotar por completo”, afirmó Meloni en el discurso de investidura. Y así fue, una de las primeras medidas económicas, el Gobierno ha apostado por permitir las exportaciones de gas entre las 9 y 12 millas de la costa, con algunas condiciones.
Una de ellas es que los yacimientos dispongan de una capacidad de más de 500 millones de metros cúbicos de gas. Luego, le sigue que no se haga por encima del paralelo 45, para prevenir daños en la laguna de Venecia. Solo existirá una excepción, uno que se encuentra al lado de la embocadura de Po, en virtud de su capacidad de 900 millones de metros cúbicos de gas.
Y, por último, las nuevas exportaciones están asignadas a las empresas que usan grandes cantidades de energía y es por ello, por lo que se encuentran más expuestas a subidas de precio.
Los expertos han dictaminado que, con esto, Italia dispondrá en los próximos 10 años de una exportación de 15.000 millones de metros cúbicos de gas adicionales de las perforaciones nacionales, dicho de otra forma, aumentar unos 15.000 millones al año hasta alcanzar al 5% del consumo.
La principal crítica expuesta por los ambientalistas, es que piensan que el beneficio es mínimo al impacto que va a suponer. Andrea Minutolo, responsable científico de Legambiente, piensa que “es un aumento de cantidad inútil”. “Se necesitarán unos años solo para los procedimientos de activar los nuevos pozos, con lo que es probable que lleguemos al 2030. Estamos yendo hacia el camino de la descarbonización, así que tendría más sentido invertir en otras formas de energía con más potencial como las renovables y reducir la necesidad de gas con la eficiencia energética, renovando los edificios”.
De igual forma, Luca Zaia, uno de los políticos más populares de la Liga, partido que apoya al Ejecutivo Meloni, opina que “los resultados de los hundimientos de tierra y fondos marinos tras las perforaciones de los años 50 fueron masivos y devastadores”.