La reforma energética es la joya de la corona dentro del programa de las siete legislaciones propuestas por el presidente de México, Enrique Peña Nieto. Las petroleras ya saborean el fin del monopolio de 76 años de Pemex.
Algunos se enfocan en nuevas fuentes de energía y en la producción de shale gas, pero el premio mayor será electricidad más barata. Hasta ahora, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) era la única proveedora de energía eléctrica en el país, pero con la reforma podrá incursionar en la venta de gas natural a los participantes del sector privado, un negocio reservado para Petróleos Mexicanos.
México quiere verse como Texas, afirmó el jefe de la CFE, Enrique Ochoa, para The Economist. El estado estadounidense, que su tamaño es igual a un tercio del territorio mexicano, lo supera en siete veces más en infraestructura de gas natural con un valor de 2,200 millones de dólares (mdd), de acuerdo con la publicación.
Las reformas representan una oportunidad de desarrollo para México, pero esto podría estar más enfocado en las trasnacionales y no en las pequeñas empresas que mantienen cierto recelo hacia las legislaciones y son escépticos ante su impacto positivo sobre la economía del país.
El gobierno espera que los beneficios de las reformas —crecimiento en empleos, mayor crédito, mejor educación, más petróleo— sean visibles antes de que Peña Nieto termine su administración en 2018. Cuentas de electricidad más baratas, el signo más obvio de éxito, podría llegar antes incluso si el gas natural de menor costo se importa en grandes cantidades de Estados Unidos y las nuevas fuentes de energía se desarrollan en México. Con tanto ir y venir de las reformas, los retrasos de último minuto en el Congreso son frustrantes. La tarea de mejorar la productividad de pymes.